martes, 10 de junio de 2014

ESCUCHA A TU CUERPO

La mente es la parte interior del cuerpo y el cuerpo es la parte exterior de la mente, por lo que cualquier cosa puede empezar en el cuerpo y penetrar en la mente o viceversa; empezar en la mente y penetrar en el cuerpo”. Angel Parra Moreno




Aunque tus órganos, células, huesos y articulaciones no pueden decir palabra, sí se comunican contigo. Últimamente hemos perdido contacto con nuestro cuerpo y nos hemos acostumbrado a vivir a través, únicamente, de nuestros pensamientos, por lo que tenemos que volver a aprender a escuchar lo que nuestro cuerpo nos dice todos los días.

Tener consciencia de tu cuerpo es la habilidad de enfocarte en tus sensaciones y emociones (las dos forma de comunicación del cuerpo), en el momento presente, sin escuchar a tu mente racional.

¿Por qué sin escuchar a la mente racional? Porque la mente no siempre actúa en nuestro favor, sobre todo cuando tendemos a racionalizar lo que sentimos, es decir, cuando intentamos autoconvencernos, "lavarnos el cerebro".


Nuestro cuerpo y nuestro espíritu son una sola cosa. Lo que beneficia a uno, favorece al otro, pero también, lo que afecta a uno, perjudica al otro. Seguramente seas consciente de esto desde hace tiempo, pero nunca te has parado a pensar que vives con esto todos los días.

Vivimos las emociones y la espiritualidad en el cuerpo, sin embargo, para poder entender mejor esto, tenemos que separarlos por un momento. Nuestro cuerpo es el vehículo de las emociones y se divide en tres grupos:


El tejido blando. Son los músculos, órganos, tendones, tejido conectivo, nervios, cartílagos y articulaciones. Todos están relacionados con la mente y con nuestras creencias.


El tejido duro. Son los huesos. El tejido duro es lo más intrínseco de nuestro ser porque es el sostén de nuestro cuerpo. Está íntimamente relacionado con lo que está en lo más profundo de nosotros, que es nuestra esencia, es decir, nuestra alma.


Los líquidos. Aquí están incluidos todos nuestros fluidos corporales: la sangre, la saliva, el sudor; la orina y las secreciones sexuales. Éstos transportan los nutrientes por todo nuestro organismo y esto, a fin de cuentas, representa las emociones.

La enfermedad, una alarma de la mente


La enfermedad es un mecanismo que nos indica lo que está pasando en nuestra alma. Existe una correspondencia exacta entre los problemas del cuerpo y los emocionales y si les hacemos caso, podremos no sólo resolver lo que nos molesta, sino mantener intacta nuestra salud integral. Las enfermedades más serias no se presentan de un día para otro, son el resultado de años y años de experimentar y darle vueltas a una serie de emociones y sentimientos negativos. El cuerpo nos va mandando señales a lo largo del tiempo, hasta que un día no puede más, y la manera de sacar el sentimiento negativo es liberar la enfermedad.

Nuestro sistema de creencias le da forma al cuerpo físico. Estamos constituidos en nuestra mayoría de tejido blando y si crecemos con un sistema de creencias distorsionado, nos vamos a adaptar físicamente al mundo donde estamos. Desde pequeños, distorsionamos la energía de quienes somos como un mecanismo de defensa: así es como desarrollamos nuestra personalidad. Cuando recuperamos el contacto con nuestra esencia, nos vemos en la necesidad de liberar esta distorsión.

¡Libérate!


Necesitamos darnos cuenta de en qué momento revertimos esta energía en contra de nosotros mismos y soltar ese patrón. Ya no nos sirve, nos sirvió en algún momento de la vida, así que hay que darle las gracias y dejarlo ir. En ese momento, seremos capaces de restablecer el flujo natural de la energía que se mueve en todos los niveles, incluyendo nuestro organismo. Es un proceso cuerpo-energía-conciencia.

Lo que somos es el resultado de la educación que hemos recibido, de las circunstancias que nos tocó vivir y de las creencias que nos inculcaron. No somos responsables de ello, pero sí podemos cambiarlo para ser felices.


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